El vicepresidente iraní, Mohammad Javad Mohammadizadeh, visitó al presidente Nursultan Nazarbaiev con el fin de estimular el intercambio económico entre ambas naciones, de mil trescientos millones de dólares.
Es parte de la ofensiva iraní para salir del aislamiento internacional en el que se halla por su empeño en desarrollar energía nuclear sin permitir el acceso libre de observadores de la OIEA que constaten el uso pacífico de la misma. También hay un problema común que los une: el status del Mar Caspio.
Nursultan Nazarbaiev, presidente desde la era soviética -él mismo un ex comunista- y que mantiene un férreo control sobre la oposición, no ha permitido el desarrollo de las corrientes islamistas en un país que ha sido secularizado a la fuerza durante decenios. Esta carta, pues, puede interpretarse como parte del juego del presidente kazajo para ampliar su margen de maniobra diplomática en una región que es atravesada por los intereses de Rusia y Occidente.
Una visita que puede despertar suspicacia cuando se celebró el día anterior a la reunión cimera de la OTAN en Chicago, en la que se está debatiendo sobre el futuro de Afganistán.
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