sábado, 12 de mayo de 2012

La línea Durand, un límite ficticio.


Afganistán fue, en la centuria decimonónica, un país independiente entre las ambiciones expansionistas del Imperio Ruso -que fue incorporando a la fuerza los janatos de Bujara, Jiva y Kokand- y el vasto imperio británico de la India, el Raj Británico. Fue, por consiguiente, una pieza clave en el Gran Juego que se desarrolló en Asia central. Los británicos intentaron en dos ocasiones conquistar este montañoso reino, y en ambas guerras salieron derrotados con pérdidas cuantiosas. 
En 1893, las autoridades británicas en la India impusieron al entonces emir afgano Abdur Rahman una frontera artificial en lo que era una región de continuas disputas. El propulsor de esta frontera fue el entonces secretario de exteriores Sir Mortimer Durand; el emirato afgano, a cambio de este trazado, recibiría un subsidio anual. Esto ponía fuera de la autoridad del emir vastas porciones de territorio que hasta entonces se consideraban en su soberanía, así como partió por la mitad a la población pashtún, que se hallaba -y aún hoy persiste esa situación- a ambos lados de la línea Durand.
Los británicos nunca lograron un control efectivo de esa frontera noroeste, entendiéndose directamente con los líderes tribales, los malik, para mantener el orden en la región. Los gobiernos afganos nunca aceptaron de iure esta frontera impuesta, pero debieron tolerarla de facto ante la presión de las fuerzas europeas en la región. Cabe agregar que ningún régimen político afgano ha reconocido esta demarcación, cuestión que renació cuando se creó la República Islámica de Pakistán, en 1947.
Cuando los británicos se retiraron de la India -que comprendía los territorios de lo que actualmente son la India, Pakistán y Bangladesh-, más de la mitad del territorio estaba bajo soberanía de varios reyes y príncipes que aceptaron la supremacía europea hasta entonces, sin control directo de los ingleses. Se dispuso que, por consiguiente, estos monarcas debían decidir si formarían parte de la India o Pakistán. Afganistán, en esa circunstancia, exigió que también pudiesen decidir su retorno a ese país, dado que el convenio de la línea Durand caducaba con el retiro de los británicos del sur de Asia.
Pakistán, un país multiétnico que no tiene una identidad nacional definida -lo que los une es su carácter mayoritariamente musulmán, frente a la India-, mantuvo la línea Durand como su frontera respecto a Afganistán, y sus sucesivos gobiernos no han estado dispuestos a negociar este trazado.
Lo cierto es que ningún gobierno pakistaní ha tenido control efectivo sobre esta región y, de hecho, los pashtunes ignoran por completo ese límite, siendo un área en la que el Estado está ausente en su rol del uso de la fuerza. Zona de contrabando, se transformó en una región caliente cuando: a) la Unión Soviética invadió Afganistán entre 1979 y 1989, ya que por allí los combatientes antisoviéticos recibieron armas procedentes de Estados Unidos y la República Popular China, y b) a partir del año 2001 y la invasión de la OTAN a Afganistán para derrocar al régimen de los Talibán, ya que estos y los guerrilleros de Al Qaeda tuvieron un santuario al que no ingresaron las tropas de la alianza atlántica en Pakistán.
Estados Unidos ha venido presionando para que el gobierno de Pakistán controlara efectivamente la región del noroeste, a fin de evitar los movimientos islamistas allí radicados, sin éxito. 
Una alternativa sería la creación del Pashtunistán como una nación independiente, lo que significaría que tanto Afganistán como Pakistán perderían la mitad de sus actuales territorios, lo que no será aceptado por ninguno de los gobiernos. Otra posibilidad es que los pashtunes se reintegren a Afganistán -en donde ya son la etnia mayoritaria-, pero ningún gobernante pakistaní aceptaría la secesión de la mitad del país. 
Un callejón sin salida en una región atravesada por conflictos que, tras decenios de guerras, sigue ahondando sus pesares.

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